¿Quién inventó el lápiz?

Innovación Preliminar: La Génesis del Lápiz

El año 1795 marcó un hito en la historia de la escritura con la ingeniosa creación de Nicolas-Jacques Conté. Su invención, precursora del lápiz contemporáneo, emergió de la amalgama de grafito pulverizado, agua y arcilla, una técnica revolucionaria para la época.

Aunque el proceso manufacturero obtuvo inspiración del austriaco Josef Hardtmuth de Koh-I-Noor, quien había experimentado con la combinación de grafito y arcilla, numerosos individuos se muestran reacios a otorgarle el título de inventor absoluto a Conté. El debate surge debido a la existencia de precursores que concibieron utensilios notablemente análogos. No obstante, es crucial enfatizar que la versión de Conté es la que más se asemeja al lápiz que hoy conocemos.

El Linaje del Lápiz: Antes de Conté

Retrocediendo en la cronología de los instrumentos de escritura, nos topamos con Alberto Durero, un ilustre pintor y grabador alemán, que moldeó una «punta de plata» —una mezcla de plomo y estaño que, curiosamente, se borraba con facilidad usando simples migas de pan.

La innovación continuó con Conrad von Gesner, otro alemán que se adelantó a su tiempo al envolver grafito, el «plomo negro» de antaño, en un soporte de madera. A él también se le rinde homenaje como uno de los pioneros del lápiz, una hazaña realizada en 1565, mucho antes que Conté. La denominación «grafito» no se consolidó hasta 1789, cortesía del científico alemán Abraham G.Werner.

La Metamorfosis del Lápiz

Ante la escasez de materias primas, Conté no se detuvo; innovó un método de fabricación que alteraba radicalmente el grafito en polvo mediante calor intenso en un crisol. Al fusionarse con arcilla, nacieron lápices de múltiples tonalidades, incluyendo el célebre «lápiz bicolor». Los lápices negros se originaban a partir de una pasta de arcilla fina y negro de humo, mientras que los rojos se componían de óxido de hierro, cola de pescado y goma arábiga, y los azules de arcilla con azul de Prusia.

Esta innovación dio pie al nacimiento de emporios como Faber-Castell, que hoy perduran con gran prestigio. Inicialmente, estos lápices no gozaban de la fama de las creaciones de Conté, pero con el tiempo, se posicionaron como líderes del mercado. Paralelamente, el arquitecto Joseph Hardtmuth, en un esfuerzo simultáneo al de Conté, introdujo una herramienta comparable, atribuyéndosele igualmente el estatus de inventor del lápiz.

En la actualidad, el lápiz se mantiene como un bastión irremplazable de la escritura manual. A pesar de que existen alternativas modernas como el portaminas o el lapicero, la esencia tradicional del lápiz sigue vigente, nunca desvaneciéndose en el olvido.